martes, 21 de abril de 2009

Marcos Lara Lorenzo: Funcionario, Pastor-Apóstol, Corrupto… y ¿representante de una nueva especie de cristiano?

A estas alturas todos ustedes conocen la historia. Una vez más la destacada comunicadora Nuria Piera ha desenmascarado otro de los tantos miles de corruptos de este y todos los gobiernos que hemos tenido; y no solo los gobiernos sino también todas las instituciones  de nuestro país, incluyendo la familia y las iglesias. La realidad es que en este país nada escapa a la corrupción. Somos corruptos por naturaleza. Lo que choca en todo esto es que nosotros, los cristianos nacidos en República Dominicana, no somos de naturaleza dominicana, o, al menos, no deberíamos serlo.

A lo que me refiero es a lo que dice el apóstol Pedro de que hemos venido a ser herederos de la naturaleza divina. El ser humano, tan pronto entrega su vida a Dios, pasa por el evento del Nuevo Nacimiento. Claro, no soy tan ingenuo para pensar, y no es tampoco lo que enseña la Biblia, que el Nuevo Nacimiento implica un cambio repentino y total hacia ese Hombre Perfecto que alcanzaremos en la glorificación.

Lo penoso en todo esto es que cuando observas la cristiandad contemporánea te das cuenta de que estamos tan lejos de alcanzar todo aquello, porque ni siquiera estamos buscándolo. No hay siquiera tal intención de cambio porque hoy escuchamos un mensaje que pretende borrar de la mente del creyente toda intención de alcanzar la perfección moral por medio del sacrificio personal, pues lo que realmente interesa (a la luz de las nuevas corrientes doctrinales) es alcanzar la prosperidad económica.

Muchas de las facciones cristianas de hoy en día no pretenden que este mundo no sea su hogar, como dice el viejo himno, sino, muy por el contrario, su esfuerzo se enfoca en dominar este mundo, en ser la cabeza, y no cola, de un cuerpo (este mundo) que apesta a corrupción y pecado. Hoy el esfuerzo de una gran parte de la cristiandad no se orienta hacia el cielo, su morada celestial, sino hacia la Tierra, pues se autodenominan conquistadores de este mundo en el que todo vendrá a ser de ellos. Lástima que ese “todo” incluya también la ambición y su hija querida e inseparable: La Corrupción.

Y no me refiero solamente a aquellos que lo predican desde los pulpitos televisivos, los de la famosa ecuela de la teología de la prosperidad; pero me refiero también a todos aquellos que, aun dentro de las iglesias de "cristianismo tradicional", estamos empeñados en vivir siguiendo las corrientes de este mundo de tenerlo todo a como de lugar.

Es una consecuencia directa de el enfoque que ha elegido parte de la iglesia cristiana, por eso no he de sorprendernos que sigan surgiendo muchos Marcos Lorenzo por ahí, apóstoles de una prosperidad que, en América Latina, se parece más a la prosperidad de nuestros políticos y empresarios. Una prosperidad que surge del todo vale, todo se puede, el fin justifica los medios, no importa si estos son la explotación espiritual o alcanzar determinados puestos para, en el nombre de dios y de la famosa “bendición”, poder vivir “prosperado y en victoria”.