Aah... ya pasaron todas las fiestas y la alegría desbordante típicas del fin de año. Estamos nuevamente en los niveles altos de espectativas e incertidumbres que trae consigo el inicio de un nuevo año. Muchos con las manos en la cabeza por los gastos y los excesos en que incurrieron. Arrepentidos, gracias al golpe de sensatez que da siempre la realidad (y las cuentas por pagar), de no haber tenido el valor de parar a tiempo, porque todo se puede en navidad, porque "los cuartos" del Doble son para gozarlos.
Los hay también quienes han tomado este inicio de nuevo año para reflexionar sobre las nuevas oportunidades y amenazas que les depara el futuro. Las puertas que se abren y aquellas que necesitan ser tocadas (y hasta las que hay que darles su empujonsito). Aquellos que aprovechan para resetear algunas áreas de su vida con la confianza de que un nuevo inicio siempre trae consigo la esperanza de enmendar errores del pasado y tomar nuevos rumbos, de alcanzar viejas metas y hacer aquello que siempre quisimos hacer, debimos hacer, pero que nunca nos atrevimos.
En fin, creo que una gran parte de nosotros se encuentra hoy en alguna de estas dos situaciones o, más probable aun, en algún lugar intermedio.
Claro que están aquellos que no invierten su tiempo en reflexiones. Para los que el pensar en el pasado es una perdida de tiempo y las proyecciones son cosas de ilusos. Aquellos que viven para el hoy ignorando que ese hoy es a la vez resultado del ayer y catalizador del mañana.
Pero si tu has tomado este tiempo para leer estas palabras, y aun te atreves a dejar algunas propias, definitivamente no estas en este último grupo.
Post Data: No vayan a pensar que olvide el tema de la Iglesia Emergente. Es solo que tomamos esta pequeña pausa de fin de año. Ya lo retomaremos nuevamente.